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20/10 2024

El ex combatiente Carlos “el Negro” Cequeira residía en Ushuaia y era un activo propulsor de la Causa Malvinas. Aunque se conmemora oficialmente el día 2 de abril como fecha de inicio de la guerra, Cequeira, desembarcó de un kayac, al sur de Puerto Argentino, la noche del 1ero de abril junto a su camarada Bernardo Schweizer y en el marco de lo que se conoció como Operación Rosario.

Carlos Eduardo «el Negro» Cequeira, tenía 69 años de edad. Se fue para siempre el 19 de octubre último. Dejó como última voluntad que no se envíen presentes florales a su funeral y que en cambio se hagan donaciones a ARAF – Amigos del Reino Animal Fueguino, en su nombre.

El país y Ushuaia en especial, perdió a uno de sus ciudadanos más destacados en la historia de la recuperación de las Islas Malvinas en el año 1982, guerra mediante, con el Reino Unido. Se trata de Carlos Cequeira, más conocido como “el Negro”, quien en ese entonces y junto a su camarada Bernardo Schweizer, desembarcó en las costas isleñas un 1ero de abril, más precisamente a las 22.

Si bien la guerra de Malvinas comenzó formalmente el 2 de abril de 1982, justo antes se realizó la que se conoció como Operación Rosario, que concluyó con un triunfo de Argentina por sobre los soldados ingleses.

Este operativo, que llevó adelante el grupo de Comandos Anfibios, buscaba recuperar las Islas Malvinas por medio de la conquista del cuartel general de los Royal Marines y de la casa del gobernador. Los resultados no pudieron ser mejores: las fuerzas británicas fueron doblegadas y deportadas al Reino Unido, mientras las autoridades militares de la época intentaban negociar con Gran Bretaña.

Entre los 94 hombres que afrontaron la primera misión en aquellas tierras se encontraban Bernardo Schweizer y Carlos Cequeira, a quienes el medio capitalino TN logró reunir en una entrevista en la que ambos relataron lo vivido en aquella gloriosa gesta.

“La operación se trataba de una incursión anfibia: un ataque en la costa con una evacuación inmediata una vez cumplido el objetivo”, rememoraron. Ninguno de ellos sabía de qué trataba la misión. La preparación comenzó el 23 de marzo, y el 25 embarcaron a bordo de la fragata Santísima Trinidad: “Ya navegando, el almirante Busser nos informó que íbamos a recuperar las islas Malvinas. La emoción fue tremenda. Era una tarea histórica, y nos tocaba a nosotros. Nos dimos cuenta de que se trataba de algo importante”, agregaron.

Un kayak y un helicóptero que iban en el barco resultaron dañados y se tuvieron que cambiar los planes iniciales. De este modo, Schweizer y Cequeira llegaron a las Islas Malvinas en un kayak, en una navegación que duró tres días y que se complicaría por una terrible tormenta.

Afortunadamente, había otro kayak, que fue clave para el desembarco. En él viajaron Schweizer y Cequeira antes de poner pie en tierra para verificar que no hubiera enemigos y avisar a los demás. Hoy, esa pequeña canoa se exhibe en el museo de Infantería Marina y también pudo ser conocida hace algunos años en el Museo Virginia Choquintel, en Río Grande.

«Mi pie derecho fue el primero en tocar el territorio. En realidad, fue mi espalda, porque cuando me bajé, me caí porque tenía las patas de rana», contaba entre risas siempre que lo entrevistaban “el Negro” Cequeira, evocando aquel 1ero de abril cuando llegó a Malvinas, junto a Bernardo Schweizer, después de recorrer 10 millas en un frágil kayac.

“Cuando estábamos a un kilómetro de la tierra, subimos al kayak para explorar la zona. Yo llevaba el visor nocturno, pero no sirvió de nada porque la luna me encandilaba, así que tuvimos que acercarnos más de lo esperado. Siempre desembarcábamos de noche para no ser vistos”, recordaron los integrantes del grupo “Cachiyuyo”, conformado por 11 hombres y primero en llegar a las Islas.

El desembarco en las Islas Malvinas fue en la noche del 1° de abril de 1982. Alrededor de las 22:00 los militares llegaron a una playa al sur de Puerto Argentino. Allí vieron que no había ingleses esperándolos y llamaron al resto. Luego, avanzaron escabulléndose para no ser detectados.

Formaron dos equipos. Unos fueron al cuartel general de los Royal Marines y otros a la casa del gobernador, que estaba a cuatro kilómetros de distancia. Después de caminar cinco horas con mochilas y armamento pesado, a las 4:30 se lanzó el ataque simultáneo.

“En el cuartel, que era inmenso, no había absolutamente nadie, así que lo ocupamos rápidamente, pero escuchamos un tiroteo fuertísimo en la casa del gobernador, con granadas, lanzacohetes, de todo”, confirmaron.

El grupo de Cequeira y Schweizer fue hacia donde oyeron los disparos. Cuando llegaron a la casa del gobernador, el capitán Pedro Edgardo Giachino estaba herido. Fue el primer muerto de la guerra. Igualmente los argentinos pudieron tomar prisioneros a todos los ingleses.

Como si fuera poco, la patrulla argentina cumplió con un pedido muy complicado: no herir a nadie para poder negociar con Inglaterra. “Es como que te inviten a un cumpleaños y no te dejen probar la torta. Debe haber sido la primera misión del mundo en que piden algo así”, bromearon.

“Nosotros estábamos eufóricos por lograr la misión, pero también muy tristes por la pérdida de Giachino. Cuando logramos la victoria izamos la bandera argentina frente a la casa del gobernador. Fue un momento único. Fue la primera vez en casi 150 años con la bandera flameando en las Islas”, contaron emocionados.

Después de lograr el primer triunfo argentino en las Islas Malvinas, estos héroes nacionales retornaron a Buenos Aires y no volvieron a ir a las Islas durante toda la guerra.

“No volví al archipiélago y no pienso hacerlo próximamente. Hacer sellar mi pasaporte sería reconocer soberanía a los británicos” – afirmó Cequeira. Consultado si tuvo miedo de morir, “el Negro” le respondió al periodista: “Yo vi al capitán Giachino cuando lo subían a un Land Rover para llevarlo al hospital. La verdad que tuve un poco de miedo en el momento del desembarco, cuando uno es más vulnerable, pero luego, ya en tierra, no”.

Sobre el kayac, Carlos y Bernardo respondieron: “Al kayak lo pudimos recuperar y quedó con nosotros. En un momento lo tuve yo, después Carlos, pero finalmente nos pusimos de acuerdo y lo enviamos al Museo de la Infantería Marina porque consideramos que no es algo nuestro, sino del país. Si lo ves, te das cuenta de que era muy frágil. Increíble que hayamos llegado en él”.

Finalmente, durante la entrevista simultánea, les preguntaron a ambos si se sentían reconocidos por la sociedad argentina, a lo que coincidieron en responder: “Cuando volvimos de la guerra no fuimos bien recibidos. Por el contrario, fuimos ignorados, nos escondieron y nos prohibieron hablar del tema. Con el tiempo, las cosas cambiaron, pudimos desmentir un montón de rumores que nos hacían quedar mal y también pudimos contar muchas acciones heroicas que sucedieron y no se sabían”.

 

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