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10/05 2024

La imagen de los dirigentes de la CGT en su conferencia de prensa en la sede de Azopardo respeta al pie de la letra el dicho “una foto dice más de mil palabras”. Aunque el mensaje que trataron de transmitir fue de un paro “contundente”, parece que la medida no les brinda los resultados deseados. Con el transporte como principal afectado, la postal en las grandes ciudades fue una de negocios abiertos y de actividad reducida, pero no la paralización que uno recuerda de otras épocas. En Ushuaia por ejemplo, sorprendió por su masividad la marcha, que a pesar del frío movió una columna de gente no tan común para las convocatorias de la ciudad.

Ahora bien, si la convocatoria fue satisfactoria y hubo una unificación de las y los adherentes: ¿Por qué el paro se siente vacío? En primer lugar por el origen del mismo: si bien todos los paros son actos políticos en su concepción, tienen una plataforma concreta. “Si no recibimos/se hace esto, no va a haber actividad laboral”. Pensemos en mejoras salariales, arreglos a la infraestructura de trabajo o un beneficio como la indumentaria en los tiempos más recientes. 

El problema de la CGT es bastante directo: su medida última sindical pide un cambio de posición política al Gobierno Nacional. Estas, según el propio relato que el oficialismo ofrece sobre el panorama actual, son las necesarias para “hacer una Argentina distinta” y que una parte de la población convalidó en las urnas. Podemos discutir si el gobierno fue deshonesto o no a la hora de presentar un plan de medidas y a quiénes impactaría, podemos también disentir con las mismas, aquí la discusión pasa por el enfoque: los gremios hacen una medida de fuerza para que la gestión de Milei deje de ser la gestión de Milei.

Los liberales llegaron a la Casa Rosada prometiendo un ajuste que mucha gente esperaba y hasta festejó, un fenómeno que pocas veces se ha visto alrededor del globo. La CGT hoy busca a través de una flexión de su músculo político, “tocarle” la agenda económica a un gobierno que no llega al semestre en el poder, algo que al menos para buena parte de la población se percibe como por fuera de las atribuciones de los sindicatos. Además, la dirigencia mayor de los gremios del país está señalada como hipócrita: luego de 4 años turbulentos de gestión junto al “compañero” Alberto, hubo nulas medidas de fuerza, algo que también los demoró arrancar con el famoso de plan de lucha actual.

Vale aclarar que no creo que la lucha Milei-CGT sea sin cuartel ni mucho menos. El gobierno aunque lento, aprendió algo sobre las negociaciones durante el tortuoso tratamiento de la Ley Bases y dejó de lado la disputa de las tan infames cuotas sindicales, algo que impacta en las arcas de los gremios. En Azopardo, entienden que el clamor del pueblo no está con la CGT, pero debían responder con algún tipo de acción a los sectores más combativos del ala dura y las “chicanas” de la dirigencia de la Izquierda. Aunque no se quieren ni un poco, tanto los liberales como los gremialistas se saben en dos islas diferentes, pero ninguno quiere ser el que queme el puente. Eso podría cambiar de darse la Ley anunciada en el inicio de las Sesiones Ordinarias, donde Milei habló de elecciones libres en los sindicatos y limitar mandatos, algo que desarticularía a una cúpula gremial con un promedio bastante superior, Cavalieri, Moyano y Barrionuevo llevan más de 30 años, Héctor Daer es un “pibe” con solo 23 años en Sanidad.

El paro, al menos con una consigna poco concreta y que tendría que ser más de la oposición política, no va a servir ni hoy ni en el futuro inmediato. La recesión económica todavía no parece haber mermado la buena voluntad del pueblo hacia el gobierno y un pasado holgazán con Alberto les arrebató la posición moral como argumento. En el imaginario popular los gremios que “mueven”, sean camioneros, colectiveros, trenes, bancarios o empleados públicos, ganan bastante por encima del promedio de un privado. Si bien se repite hasta el hartazgo que “todos tenemos que ganar más”, siempre hay un poco de egoísmo y celos en estas instancias, más cuando algunos de estos salarios duplican a los de un profesional por ejemplo.

La estrategia de Javier Milei de mantener un discurso inflexible hacia parte de la casta parece continuar teniendo éxito. Desde la dialéctica va a fondo contra los “parásitos del Estado”, mientras que en la realidad los desgasta de cara al público como es el caso de los dirigentes de la CGT, así como a algunas figuras de la oposición en el Congreso que pasaron de desconocidas a estar en boca de todos con la Ley Bases.

En el medio de la vorágine y lucha política, la sociedad vivió un paro extraño: hoy la virtualidad del home office brinda una alternativa a quiénes no poseen movilidad propia para no perder el día, algo que más de un o una oficinista considera ventajoso al “quedarse en casa”. El principal perjudicado a nivel país, es la o el laburante que depende de los colectivos y trenes, viaja dos horas por día y gana mucho menos que un bancario, un camionero o un empleado del Estado Nacional. Pedirle apoyo y “conciencia de clase” no dará grandes resultados a la larga, y de comenzar a darse señales positivas para la macroeconomía, quizás lo acerque aún más a la figura del presidente. Quizás para ser efectiva, la cúpula sindical tenga que aplicar el lema liberal modificado: “una CGT distinta es imposible con los mismos de siempre”.

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