Amparo Dávila (México 1928-2020) fue una niña enfermiza, eso la llevó a descubrir que el tiempo podía pasar más rápido dentro de la biblioteca de su padre. La vida de su pueblo se movía lentamente delante de esa ventana, así era su infancia. Amparo fue una de las primeras en abrir los caminos hacia la construcción de los cuentos fantásticos.
Uno de los relatos que más disfruté de ella es “Música concreta” (este mismo da nombre al libro publicado por primera vez en el año 1961) donde el terror psicológico estruja el corazón del lector. En él, Marcela ha descubierto que su esposo, Luis, tiene una amante. Ese instante de conocimiento que sin dudas no deseaba, la lleva a entrar en pánico, no quiere romper su matrimonio. Esa mujer, a la que conoce porque visita a su esposo en su propia casa cuando cae la noche y ella simula estar dormida, tiene unos ojos saltones. En verdad en lugar de hablar, croa, es un sapo, o ella tal vez la animalizó bajo ese aspecto. Por ello dice:”…la vi bien el día que iba con Luis, con los mismos ojos saltones, fríos, inexpresivos, la cara demasiado grande para su corta estatura, pegada sobre los hombros, sin cuello”.
Marcela se ve mal y le cuenta lo que ocurre a su amigo Sergio. Él siempre la escuchará. Aunque a medida que los detalles del relato avanzan, cree que ella desvaría, fabula. La amante es una costurera de vida sencilla o puede estar transformándose paulatinamente en un batracio.
Sergio deberá tomar parte en este juego e intentar salvar a su amiga, ya no quedan dudas que la mutación parece cierta. El arma asesina serán unas tijeras. Después de todo ella (o el sapo) era una costurera. Morirá bajo su propia ley.
¿Por qué la autora elige un sapo y no una rana? Tal vez porque los sapos simbolizan el pavor a la brujería y caracterizan al mismísimo demonio. Así Amparo Dávila, como en casi la totalidad de sus cuentos, permite dimensionar los problemas que cercan el territorio de las relaciones humanas y mensurar la influencia del terror dentro de la realidad.
La rutina y la normalidad de los movimientos de sus personajes desencadenan cuentos fantásticos que los dejan al borde de la locura. Generalmente son sujetos femeninos que no pueden saltar hacia el cambio, quizás por ello se exponen emocional y mentalmente a tal extremo. La tradición detiene la transformación y los hombres parecen flotar por encima del curso de los acontecimientos.
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