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02/11 2024

Julio Cortázar (Bélgica 1914- París- Francia 1984) es uno de los escritores más conocidos en el mundo no sólo por su original “Rayuela” (publicada en el año1963) sino por esos finales abiertos de sus cuentos que dejan volar la imaginación hacia un camino que se ramifican dentro del campo de lo fantástico y lo mágico. Aunque los elementos de la realidad le dan un toque más cercano a la cotidianeidad.

En el cuento “Las puertas del cielo” (es uno de los ocho cuentos que componen “Bestiario”) Celina, una exprostituta, muere a causa de la tuberculosis ni bien inicia el relato, esta enfermedad  maltrataba a la sociedad de esa época. A causa de esto su esposo Mauro, puestero del Abasto, transita una profunda depresión. Marcelo y José María sus amigos tratan que sobrelleve la pérdida en las mejores condiciones. Marcelo es médico, quizás es aquel quien cuenta con las mejores herramientas, por tanto decide llevar a su amigo a divertirse y tal vez olvidar. Aunque reconoce que Mauro vivió lo que él deseó y no pudo (“…Ibamos juntos a los bailes, y yo lo miraba vivir…”). Mauro era emocional, Marcelo pensante. Celina compartía su vida con Mauro, pero Marcelo también se permitía añorarla. Ella o quizás ambos lo llevaban a la risa, la vida mundana, el ámbito del pecado. Entre milongas, copas y mujeres (entre ellas Emma) parecen ver nuevamente la imagen de Celina abriéndose paso entre el humo del ambiente viciado. La vida y la muerte litigan entre si. Monstruos y ángeles se enredan junto a la alucinación alcohólica de los personajes principales. 

Cortázar nos hace viajar por diversos momentos en la vida de Mauro. Celina comienza siendo una prostituta del burdel Kasidis, así Mauro la conoce y le propone casamiento. Celina abandona su trabajo, pero pronto muere de tuberculosis. Finalmente ella toma el papel de espectro en el Santa Fe Palace. Aunque no se respeta la línea temporal, ella, su imagen y la historia van dando saltos.

El umbral entre la vida y la muerte sólo es traspuesto por el espíritu libre y desprejuiciado de Celina. Mientras tanto parece que no sólo Mauro padece su partida.

“(…) Celina seguía ahí, sin vernos, bebiendo el tango con toda la cara que una luz amarilla de humo desdecía y alteraba…” (“Las puertas del cielo” de Julio Cortázar).

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