El caso de Nelson Ariel Romero, un conocido empresario de seguridad asesinado de un tiro en la cabeza por un suboficial del Ejército, conmocionó a la comunidad de Río Gallegos. Se pudo saber que una cámara de seguridad registró toda la secuencia del crimen.
Nelson Ariel Romero, quien tenía 56 años de edad momento de su muerte, descansa ahora en el cementerio de Villa de Merlo, en la provincia puntana de San Luis. “Su lugar en el mundo”, como lo indicó Iris, una de sus hermanas.
Romero, que se dedicaba al rubro de la seguridad y que había tenido un paso por la política, fue asesinado por José Cabrera, un hombre de 27 años de edad, oriundo de la localidad de Tartagal, en la provincia de Salta que, según reconstruyó el juez de instrucción a cargo de la investigación –Fernando Zanetta-, lo conocía desde hace menos de un mes. “Estoy conociendo a un soldadito“, llegó a decirle Romero a sus allegados. Diferente versión a la que había dado el imputado cuando aseguró que no conocía al empresario.
De acuerdo con la información, la noche del 19 de agosto Romero pasó a buscar a Cabrera en el barrio Codepro, específicamente en la calle Tierra del Fuego, a metros de la casa del suboficial, en el corazón del barrio 366 Viviendas de la ciudad capital.
Cabrera iba con una mochila y se subió a la Ford Ranger blanca con stickers rojos del logo de la empresa de Romero. Según este diario, ambos se saludaron y continuaron su camino.
Este diario también pudo confirmar que su destino final era la casa del empresario, ubicada en el barrio Forestal, en las afueras de la ciudad. En un momento, cerca de una conocida chacra, debido al estado de la calle, la camioneta quedó encajada, generando un contratiempo. Lo que ocurrió entre los protagonistas de esta trágica historia sigue siendo un misterio; solo el suboficial del Ejército conoce los detalles.
Fuentes judiciales consultadas por este diario afirmaron que, después de superar el obstáculo, continuaron hasta la chacra de Romero. En un momento, el empresario detuvo la camioneta. Una cámara de seguridad captó el suceso.
Cabrera descendió por el lado del acompañante, caminó hasta la puerta del conductor e intentó abrirla. Romero ya había colocado los seguros. Cabrera intentó volver a subir por el lado del acompañante, pero la puerta ya estaba cerrada.
El material audiovisual muestra que Cabrera sacó una Bersa calibre 9 mm y disparó contra Romero. El tiro ingresó por el parietal izquierdo y no tuvo orificio de salida. Este habría sido el momento en que el suboficial subió al vehículo y lo condujo.
Para la querella, está claro que se trató de un hecho premeditado, como lo demuestra la compra de un celular que posteriormente fue incautado. Este diario supo que Cabrera llegó a pedirle a un superior que retirara el teléfono, alegando que “no podía acercarse“.
El entierro de Romero ya es conocido. Fue llevado a un descampado cerca de la esquina de las calles 38 y 63, en uno de los márgenes de la localidad. La autopsia determinó que el empresario no presentó lesiones compatibles con un posible arrastre; desde la camioneta fue lanzado al lugar donde luego fue enterrado con una pala de campaña del Ejército Argentino.
Las acciones posteriores de Cabrera también son claras. Además de comprar el celular y enterrar el cuerpo, intentó esconder las pertenencias de Romero en busca de impunidad. En la mañana del martes, los vecinos encontraron la camioneta estacionada cerca de la casa del suboficial, con nylons en los cristales. Según testigos, la manija del conductor tenía rastros de barro.
Por la noche, cuando la Policía encontró el vehículo, ya no había barro. “Alguien habría intentado limpiarlo, al menos con una mano“, comentó un vecino sobre la tierra arcillosa.
Lo cierto es que las actitudes premeditadas y las acciones posteriores de Cabrera evidencian su conocimiento y dolo al quitar la vida del empresario. Tal como lo dijo el abogado querellante Cristian Arel, todo hace pensar que se trata de un homicidio agravado por el uso de arma de fuego y criminis causae.
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